Mi historia con las terapias es como un puzle emocional que fui armando con el tiempo, con trozos de dolor, intuición y ganas de comprenderme.

Todo comenzó cuando me lancé a buscarme a mí misma, sin tener muy claro dónde empezar. Era como navegar en un mar interno, a veces revuelto, a veces en calma, pero siempre profundo.

En ese viaje empecé a mirar hacia dentro. Y ahí fue donde encontré algo poderoso: la necesidad de cuidar mi salud mental, emocional y energética. Así llegué, casi sin darme cuenta, al mundo de las terapias.

Descubrí un universo lleno de herramientas, rituales, espejos, guías… y sobre todo, espacios donde podía escucharme sin juicio. Poco a poco, fui reconociendo mis heridas, soltando capas, abrazando partes de mí que antes rechazaba.

La terapia me ayudó a soltar el control, a llorar lo que nunca lloré, a decir lo que nunca dije. Y desde ahí, a reconstruirme, con verdad y con amor.

Hoy, las terapias son mi brújula y mi faro. Me sostienen, me dan claridad y me ayudan a caminar con más presencia. Me han enseñado a decir no, a sostenerme en el caos, y a cultivar una relación más amorosa conmigo misma.

No hay un camino igual al otro, pero sé que no estamos tan solos en lo que sentimos. Si algo de mi historia resuena contigo, quizás también estás lista para empezar a recordar quién eres.